Hoy contamos con el testimonio de Ana López, madrileña de Pozuelo y residente en Gales, que a los 37 años decidió estudiar una segunda carrera. Esto supuso también pasar del mundo del turismo al de la enfermería. Un giro radical que exigió tiempo, mucho trabajo y un gran esfuerzo.
Le hemos pedido que nos cuente su experiencia como estudiante casi cuarentona y que comparta con nosotros lo que supone comenzar a trabajar a los 40 como enfermera, un puesto que además de estudios, requiere habilidad. Ana es el ejemplo de que querer es poder y de que estudiar no tiene edad.
«Tras estudiar Turismo me marché a Gales, donde desempeñé todo tipo de trabajos, desde dependienta en una tienda de ropa hasta profesora de español en un Ayuntamiento. Y un día, ya con 37 años, decidí que quería volver a la Universidad, y esta vez cualificarme en algo en lo que no hubiese intrusismo profesional. Me debatí entre Trabajo Social y enfermería e incluso estuve trabajando de voluntaria en un centro de ayuda para madres solteras. Finalmente, me decidi por enfermería y comenzar una segunda carrera. Los tres años de enfermería fueron los más duros de mi vida, pero también los que más satisfacción me dieron. Tenía una familia que atender, las clases a una hora de distancia por la autopista todos los días y las prácticas de 8 horas diarias con noches incluidas.
A pesar de ser una estudiante «madurita» comparada con la media, no fui la única…entre mis compañeros había varios que ya rondaban los 50. Pero lo que al final demostramos es que precisamente, nosotros fuimos los mejores estudiantes y que la experiencia de la vida cuenta mucho. Creo que tenemos más capacidad de sacrificio, más empatía hacia los enfermos y más profesionalidad que muchos de los estudiantes de 20 años.
Terminé los estudios justo antes de cumplir los 40 años y he conseguido más de lo que buscaba. Además de una profesión, me siento muy orgullosa de haber terminado una carrera en un idioma que no es el mío y esto sin duda me ha aportado una subida de la autoestima.
Pero lo de estudiar debe de haberse convertido en casi una «enfermedad crónica», pues ahora he vuelto a matricularme en otro curso, esta vez de francés.»
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Enhorabuena
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